terça-feira, 16 de setembro de 2008

Aldo Novelli - La poesía es un impossible y el poema una derrota.

Foi com surpresa que conheci este poeta argentino. Visceral, posso dizer!...

vejam sua interpretação de poesia e do que deve ser um poema...


Los efectos de un buen poema


Un buen poema, durante y después de su lectura nos deja mirando el infinito, ese punto inaccesible del espacio que brilla como una lejanísima estrella en medio de un vendaval de piedras y palabras.

Y al observar detenidamente por unos instantes interminables ese mínimo resplandor, uno siente una sensación inefable en todo el cuerpo y en ese lugar desconocido llamado alma, una sensación física que nos modifica en forma permanente hasta el fin de nuestros días o hasta el próximo poema.

Quisiera compartir ahora con ustedes, un mínimo y discutible ensayo que escribiera alguna vez, sobre el nacimiento y los acontecimientos posteriores al luminoso acto de escribir el poema, que bien o mal, podría tomarse como una metodología (tal vez fallida) para escribir un buen poema.


Nacimiento y avatares del poema


La poesía es un imposible y el poema una derrota.

El poema surge de un mal estado de ánimo, de una manifestación tribal en la esquina, de un texto mal leído, de un intestino revolucionario, de la soledad absoluta un segundo después del coito, o de la observación abusiva de un programa banal de televisión.

Técnicamente diría, que sucede un acontecimiento, personal o ajeno, un acontecimiento cualquiera, la imagen de una película, un trozo de conversación escuchado arriba del colectivo, los pechos de una mujer vislumbrados debajo de la blusa, algunos acordes de una canción olvidada, una muerte, o un sueño extraño y fragmentado por la desmemoria.

Y alguno de estos sucesos genera una sensación, una sensación diversa y varia, dolor, emoción, angustia, nostalgia, delirio, desasosiego o excitación, o cualquier otra, y ésta permanece grabada, en algún recoveco de la memoria y de alguna desconocida forma.

Después de cierto tiempo, en un momento pertinente y sensitivo, este recuerdo surge inesperadamente en el presente, creando ahora una sensación similar o tal vez igual (pero no la misma) y forma imágenes mentales, claras o difusas, reales o ficcionales, de aquel acontecimiento que las generó y entonces el cerebro y el espíritu las empieza a traducir en palabras, las decodifica, las sintetiza, las corrompe, y nace un verso, tan solo un verso, que el esfuerzo posterior, o sea, la inspiración, el talento natural y un complejo y desconocido andamiaje de saberes, convertirán en un poema, o mejor aún, en un proto-poema.

Después de todo esto, resta un esfuerzo importantísimo, el trabajo textual sobre esta arcilla blanda y maleable, que es el poema crudo, el poema en estado puro, y allí, las diversas facetas de este arduo trabajo.

Luego, una de las múltiples consecuencias de este proceso, es provocar una sensación parecida o análoga, a la que generó el texto, ahora en el lector, intención, que generalmente es otra derrota.
De aquí, que la poesía, el arte todo, es una permanente derrota, es la búsqueda de un ideal, de un imposible.

A mí me alienta la búsqueda de ese ‘aleph poético’, la búsqueda del poema total, aún sabiendo conscientemente que es un imposible, pero también una utopía, tal vez la que me incita a seguir escribiendo.

Algunos ‘poetas entre comillas’ (y dice esto, un poeta que no está totalmente libre de comillas) creen, que están escribiendo la ‘gran cosa’ y entonces, ‘se postran embelesados con reverencia ante un paisaje plagado de edenes’, o nos dictan ‘una desiderata estúpida y vulgar sobre su amor a la madre o a la novia indigestada de blanca pureza’, seguramente están muy lejos de la poesía o cualquier otra forma de arte que se precie.

Personalmente, no puedo afirmar que he accedido al ‘cosmos de la poesía’, digo que vi una hendija y espié por allí (y esto me llevó muchos años) y digamos, que apenas he vislumbrado ese cosmos, que intuyo infinito.

Compartirlo ahora con otros, con ustedes, es un acto generoso y egoísta, es buscar en el otro una afinidad, es buscar un soñador, un príncipe de las mareas entre aguas turbias y contaminadas.

Compartirlo con otro, es intentar un mundo mejor, es creer que la palabra sirve para algo más que para comunicarse, es un acto de rebelión, es también, un acto de fe.

Compartirlo con el otro, es el último acto de resistencia, para combatir la tremenda soledad que nos aflige en este nuevo milenio.

Compartirlo, es ya el triunfo, de esta permanente derrota.

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